viernes, 17 de febrero de 2012

Quizás es momento de caminar

Siempre fue radiante pero hoy lo estaba más. Cansada, entaconada y perfecta, logró caminar las cinco cuadras que separan su casa de la oficina con un nuevo aire en el rostro. Sí, éste había sido un tiempo duro, al igual que muchos, y pese a que siempre supo como controlarlos éste al parecer le había quedado grande.

Y es que la ventolera fue tal que había desordenado absolutamente todo. Su vida, su aire, su calma, sus cosas. Recuerdos y demases se agolpaban contra el piso, y el terremoto había sido tan fuerte en el piso once, donde se ubicaba su departamento, que había botado todo aquello que un día guardó. Cartas, fotografías y regalos, que con el paso del tiempo olvidó.  Era necesario parar, aunque no siempre se sabe cuál es la forma correcta. Y fue ahí donde empezó el pánico.

Fue ahí donde detenerse se convirtió en una premisa que la llevó a tapiar ventanas, no sin antes refugiarse en sí misma para sacar algo en limpio. Ejecutiva como muchas, sabía que la "causa y efecto" lograban sacar de una crísis cientos de oportunidades. Dicho y hecho, esto fue aplicado y sus largas uñas de manicure perfecta comenzaron a escribir una línea.


Eran las tres de la mañana y comenzaba su tarea. Sentada frente al ordenador, no hacía más que llorar. El desorden de su casa no fue un impedimento para realizar la tarea desde hace tantos años pospuesta. Era el tipo de momento de esos que, cuando llegan, no aceptan excusa que valga con tal de comenzar.


"Querido papá..." empezó escribiendo, para comenzar a vomitar sentimientos en una pantalla. Dolor, desamparo, tristeza y viejos recuerdos fueron dando vida a una hermosa carta que él ya no leería. El había partido hace varios años, pero ese ejercicio logró hacerla sentirlo aún tan cerca como antes.


Cinco de la mañana, la carta estaba terminada. Fue entonces que con los ojos hinchados y pañuelos desechables repartidos por todo su escritorio sonrío. Tomó su computadora, la cerró y fue en busca de pala y escoba. Limpió todo con su rapidez característica, armó una maleta y echó todo lo necesario. Escribió un correo electrónico a sus jefes y miró hacia el cielo confiada. "Quizás es momento de caminar", dijo.  Tomó la mano de su padre, como cuando era pequeña, abrió la puerta y salió.

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