lunes, 31 de agosto de 2009

Cuando las musas volvieron



Publicación doble esta noche, solamente porque regresaron...





Las musas andaban de viaje. Lo sé, porque llegaron bronceadas, cuchicheando, con regalos para todos los poetas cansados de buscarlas hasta por debajo de los muebles.
Me dio rabia, ninguna había avisado, pero al ver sus mejillas rosadas, y el álbum de fotos recién impreso, no tuve corazón para decirles que estaban castigadas.
Se sentaron a comer junto a todos nosotros. Silencio quince minutos y todo lo demás fue risa. Anécdotas y recuerdos dieron vuelta por el comedor y rápidamente los demás volaron a escribir, todo lo que no escribieron, todo lo que habían olvidado, las palabras fluían y se volvían cada vez más canción. Yo preferí quedarme sentada junto a las mías, para ver que me contaban, para ver que sucedía.

La más contenta me trajo un vestido. Echo de tul y a mi medida. Casi transparente para usarlo con camiseta debajo. De color tornasol morado, para que deje el rosado “por un color más a la moda”, según me dijo.
Me lo probé y le hizo algunos ajustes. Se reía y contaba chistes, cantaba la canción que traía pegada en la mente ese día, me hizo feliz con su regalo, me hizo dichosa su regreso.

La más triste, trajo arena adornada con conchitas y coral. Me contó que perdió un amor alrededor de una playa, y no encontró más que este regalo que él le hizo, dos noches pasadas atrás, cuando la invitó a mirar el claro de luna.
La más niña trajo un dulce a medio terminar. Le recordaba las tardes en las rocas, donde la risa y las guitarras no podían escucharse claras porque había demasiada paz. Me contó que en sus tiempos libres llevaba a su muñeca a mirar con ella el atardecer. Nunca un panorama pudo parecerle más perfecto.

La más tímida no trajo nada. Dijo que pensó en que yo no recibiría algo de sus manos. Contó que quiso dibujar un atardecer para enmarcarlo en mi cuarto, pero no se atrevió porque dibujaba mal. Le insistí en que me lo contara, y después de mucho insistir dijo que lo haría pero en voz bajita. No hubo regalo en el mundo más hermoso que el que me narró casi al oído.
Terminé de abrir los regalos y agradecer a cada una. Era hora de que se fueran a hacer su trabajo. Comenzaba a acercarse la media noche, así que abrieron las alas y se fueron a acompañar a todos los que a esa hora comenzaban a escribir. Una se quedó conmigo, creo que fue la más contenta ésta vez. Las musas habían regresado y nosotras teníamos que contarlo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

que lindo blog
ya sólo la estética me encanta
luego te leo despacio
ah, me llamo mansur
pd: hablando de musas, la última mía se llamaba mónica

Ansha dijo...

Que lindo ver como las musas se arremolinan a tu alrededor, deben de estar agusto, debes de quererlas mucho...
Mandame alguna de visita por mi isla cuando te apetezca
Abrazo fuerte desde la otra parte del Océano.

Fer dijo...

Hermosa historia,hasta te pude imaginar enredada entre tanta musa colorinche.
es bueno leerte.

Eme dijo...

me ha gustado mucho este texto, mis musas tambien andan revoloteando por alli, haciendo travesuras y espolvoreandose*

Te sigo leyendo,

besosdulces*

ybris dijo...

Imposible callar cuando las musas regresan.
A ellas nos debemos.

Gracias por tu visita y tus palabras.

Miguel Baquero dijo...

Pues espero que te dejaran mucha inspiración.
Por si te sirve de curiosidad, yo en Madrid vivo al lado de un barrio, con su correspondiente estación de metro, que se llama "Las Musas". No me dirás que no es bonito nombre. Yo ya me he acostumbrado a él.

Anónimo dijo...

Caprichosas las musas, que vuelven y se van cuando les apetece. Cuida bien de las tuyas y gracias por visitar mi desván. Un beso.

Clarita dijo...

Me encanta tu mundo de musas, el mío también está lleno de ellas, nunca dejes de alimentarlas con tus pensamientos y tu sonrisa, así crecerán y volverán para disfrutar de tu compañía!

Un besote enorme guapa!cuidate mucho!!

Danilo Gatti dijo...

las musas
que caprichosas
como vienen, se van
y cuando quieren.